Habida cuenta de haber dado, ojalá, el paso descrito la semana pasada, del doloroso ataque a nuestra vanidad de aceptar que sólo poseemos, cuando mucho, el reflejo de una pequeña porción de la verdad; bueno sería que el siguiente paso lo demos en la sabia elección de nuestros compañeros de ruta. Podemos y debemos respetar las ideas ajenas, pero usted y yo sabemos con quiénes nos gustaría caminar hacia el futuro. Quizá parezca demasiado infantil pensar que hay otros de quienes acompañarse. Quizá se me acuse como otras veces de ser un ridículo optimista. No faltará el que piense que es el discurso de un anacrónico guerrero "naive" sosteniendo la fuerza irremediable del amor y la esencia bondadosa de las personas. Pero en fin, eso soy y debo convivir con ello. Digo y repito mi pedacito de verdad: El mundo no está irremediablemente perdido. Para probarlo contaré esta historia que sucedió hace pocos años. En una escuela de niños especiales, que tenían que tenían en co