Fabiana Fuentes, una luchadora frente a las adversidades
Una joven periodista, cronista y productora audiovisual
de 23 años, sufrió un accidente cerebro vascular cuando tenía 21. No
tuvo mayores afecciones que dolores de cabeza cada tanto. Cuatro meses
después, le informarían que era un tumor de siete centímetros en la
parte izquierda de su cerebro, el lado de la comunicación y el lenguaje.
Especialistas le dijeron que debían operarla de emergencia.
El 14 de abril del 2015 cuando regresaba
a Maracaibo por mi cumpleaños número 22, me llevaron de emergencia de
nuevo la clínica porque tenía un dolor de cabeza muy fuerte. Me hicieron
otra resonancia y descubrieron que el coágulo era un tumor y ya medía
siete centímetros. Debían operarme de emergencia.
En la intervención, una semana antes de su cumpleaños 22, se le logró extraer el 100% de aquel intruso,
pero quedó padeciendo de hemiplejia del lado derecho de su cuerpo y
afasia, un trastorno de la capacidad del habla, lectura y escritura.
Sus planes y sueño de convertirse en directora de cine, se encuentran en pausa.
En año y medio logró pasar de una silla de ruedas a caminar sola dando
traspiés. Fabiana está determinada a seguirse recuperando y aquí nos
narra su historia en cámara lenta:
“El 26 de noviembre del 2014 me
dio un ACV hemorrágico, empecé a sentir un intenso dolor en el lado
izquierdo de mi cabeza. Estaba en casa de mi novio (para aquella época)
y me llevó de emergencia a la clínica más cercana. Me hicieron una
resonancia magnética y observaron una sombra de cuatro centímetros que
parecía un coágulo, los médicos determinaron que había sufrido un ACV.
Me tuvieron en observación durante una semana. Como estaba bien me
dijeron que esperara cinco meses para la próxima resonancia mientras
daban tiempo al cuerpo a absorber la sangre. Mis dos pies estaban
perfectos, mis dos manos también. Yo no tenía absolutamente nada, salvo
dolores de cabeza que me daban a veces.
Seguí con mi rutina normal, amaneciendo en reuniones con amigos,
escribía y grababa. Siempre he sido muy inquieta y adicta a crear. En
aquel momento participaba en el Reto Mantra, un curso para emprendedores
jóvenes que tomaba en Caracas. Quería comenzar con un proyecto que
tenía para hacer spots publicitarios para clínicas. Soñaba con irme fuera a estudiar producción audiovisual, siempre he querido ser directora de cine.
Los pronósticos eran los más
negativos. Me daban cinco años de vida y máximo iban a poder extraer el
20% o 40% del tumor, luego tocaría hacer otra craneotomía, radiocirugía,
quimioterapia o radioterapia. A la semana, entré a pabellón y durante
la operación de 8 horas, pudieron extraer milagrosamente el 100%. Cuando
desperté, a los tres días, me di cuenta que tenía el lado derecho de mi
cuerpo totalmente paralizado, no sentía absolutamente nada. Estaba
desconcertada y quería preguntar qué me pasaba, por qué no lograba
moverme, pero no sabía cómo. Para ese momento a mí no me habían dicho
qué era afasia, ni hemiplejia, o hemiparesia. Nada. Para que apagaran la
luz del cuarto señalaba el bombillo y pedía que ‘apagaran la ventana’.
Sabía que el nombre de todos los hombres era Juan, mi exnovio, y el
nombre de todas las mujeres era Litóbar, el nombre súper complicado de
una chama que estudió conmigo en el colegio, a mi madre sí la llamaba
‘ma’. Los médicos me dijeron que no me podría levantar de la silla de
ruedas, lloraba y me daban ataques de pánico cada vez que la veía.
Fabiola, mi hermana mayor, y
Yoly, mi mamá, me han acompañado en todo el proceso, camino gracias a
ellas. En año y medio pasé de la silla de ruedas a una andadera, después
a un bastón de cuatro puntos y por último al de uno. Ahora ando sin
bastones, cojeo y me caigo, pero siempre me levanto.
Recuerdo que las terapias de
lenguaje me hacían sentir estúpida, sentía mucha frustración al inicio,
porque no entendía nada de lo que me sucedía, no sabía si era un sueño o
si realmente me estaba sucediendo. En mi cabeza estaba que eso iba a
durar poco, todavía estoy en el proceso de aceptación.
Antes para mí era sencillo
ponerme el sostén, abrocharme el pantalón y amarrarme los zapatos.
Quizás son cosas estúpidas para algunas personas, pero a mí me cuesta.
Mi tiempo ahora transcurre en cámara lenta.
Aprendí a escribir con la mano izquierda
después de ser diestra y, casi desde cero, a editar los videos. Tardo
en ponerme un sostén, me caigo al bañarme sola, aún no logro bien
amarrarme los zapatos. Cada una de las cositas que estoy viviendo ahora
son para aprender y ver hasta dónde puedo llegar. Para mí todo esto es
un ‘mientras tanto’, espero poder calzarme sola los zapatos, aplaudir
con mis dos manos, correr de alegría con mis dos piernas.
Esta es una lucha de paciencia y
constancia, de no parar, no frenarse. Cuando menos lo esperas ves los
resultados positivos para el bienestar emocional y físico. Nadie debe
detenerte, ni siquiera tú mismo. Hay días difíciles, pero son más los
gratificantes.
Todavía estoy en el camino, aún
hay trochas por recorrer en vías complejas y yo cojeando, pero falta
menos para llegar a mi meta. Estoy aún más enfocada, a pesar de todo,
con el espíritu activo y ganas de seguir adelante, ¿quién me acompaña?”.
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