DOS CAMINOS

Cuando la vida nos presenta un reto normalmente nos está invitando a dar un salto cuántico, hacer un cambio que nos permita acercarnos más a nuestra esencia y, por lo tanto, a nuestra paz y bienestar. Por ello uno de los caminos nos suele llevar a ese salto cualitativo en la definición de quienes somos, está ahí para ayudarnos a deshacernos de miedos, adicciones u otras estrategias que utiliza nuestra mente para mantenernos supuestamente seguros pero estancados, que es el destino del segundo de los caminos.

El dolor, cuando nos permitimos sentir la emoción que lo provoca, hace una curva que sube y luego baja, el dolor se vive dentro, es interno. El sufrimiento, las mentiras que la mente utiliza para tratar de controlar o evitar el dolor, por el contrario nunca baja porque dejamos de sentir la emoción para pensar en ella, y cuando pensamos una emoción ésta se estanca. Los pensamientos suelen tratar de cambiar algo fuera, en vez de atender lo que está pasando dentro de nosotros, y como solo tenemos poder sobre lo de dentro cualquier intento de cambiar lo de fuera para evitar afrontar lo de dentro es inútil y no resuelve nada, por lo que el sufrimiento es permanente, no baja. Tratar de cambiar lo de fuera simplemente no funciona, no soluciona nada.

El amor da libertad mientras que el miedo trata de evitar aquello que nos duele, con el juicio permanente que nos mantiene en una esclavitud emocional frente a ese dualismo mental de lo que está bien o mal, la libertad y el bienestar consisten en ir por el otro camino, el que nos permite conectar con aquello que es coherente para nuestro corazón y salir de aquello que puede ser fácil, normal o cómodo pero que en el fondo es incoherente con nuestro corazón, incoherente con la vida que lo que prioriza es la evolución.

Entonces surge esa pregunta "Pero ¿qué hago?" que es otro de los trucos del camino fácil, controlar las cosas desde nuestro hacer, en vez del camino mucho más difícil de rendirnos a ser, dándonos cuenta de que no hay nada que hacer y que las personas nos dicen es que seamos nosotros mismos, pero es un momento lleno de frustración y manteniendo la lucha de la mente, también y sale otra interrogante "¿Pero por qué nos pasa esto?" deslizándose de nuevo en el camino fácil que no lleva a ningún sitio.

La pregunta por qué tiene que ver con el pasado, con manifestar una resistencia a lo que es, con querer evitar el salto al que la vida nos invita, y por tanto nos mantiene en la queja y estancados. Frente a ello, el camino menos transitado nos invita a preguntarnos "¿Para qué?" ¿para qué llega esta crisis a mi vida? ¿Qué me está invitando a cambiar, evolucionar, transformar, trascender? ¿Para qué he tomado las decisiones que me han llevado hasta aquí, que me quiere transmitir profundamente esta situación? Obviamente las respuestas no estarán ahí inmediatamente, pero si mantengo una actitud de apertura antes o después las respuestas nos llegarán y descubriremos con agradecimiento la gran oportunidad que una crisis siempre esconde bajo la superficie.

Al fin y al cabo estos dos caminos tienen que ver con la lucha entre distintas partes de nosotros, por un lado está esa parte sabia, conectada y profunda cuyo objetivo es la evolución, el crecimiento permanente y acercarnos más a lo que somos. Esa parte que cuando nos estancamos y queremos que las cosas sean fáciles y cómodas nos trae un aviso en forma de crisis para que no echemos nuestra vida a perder. Por otro lado está la mente, que busca quedarse segura y cómoda en lo conocido porque aquello que no controla desata todos sus miedos, y por tanto los saltos al vacío es lo que más hay que evitar. La mente que dice "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer" y que se resiste a la evolución por miedo a lo desconocido, al vacío.

Quizá mañana la vida, que es generosa y paciente, te vuelva a dar la oportunidad de abrir delante de ti estos dos caminos… ¿Cuál elegirás?

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